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FRACASO DE HISTERIA ANTICUBANA

FRACASO DE HISTERIA ANTICUBANA Elson Concepción Pérez.
Granma.28/10/2003

La suerte está echada: el presidente norteamericano, George W. Bush necesita el voto de la comunidad cubano-americana del Sur de la Florida y para ello —como ha sido advertido por la mafia de Miami— tendrá que vetar la enmienda a la ley ya aprobada por el Senado y la Cámara que eliminaría los recursos destinados a no permitir los viajes de ciudadanos estadounidenses a Cuba.

Sin embargo, lo más importante del asunto no es el veto ya anunciado.

Lo que no podrá impedir el mandatario ni tampoco el grupúsculo contrarrevolucionario de Miami, es la reacción generalizada, de quienes se oponen a la fracasada política de más de 40 años, y se pronuncian por el intercambio comercial, turístico, académico, deportivo y cultural, y porque se les respete el derecho que tienen los ciudadanos estadounidenses a viajar a la vecina Isla.

Después de las diatribas presidenciales del pasado 10 de Octubre en los jardines de la Casa Blanca, una no despreciable prensa norteamericana se hizo eco de las medidas anunciadas por el mandatario, y la consideraron como un "aislamiento innecesario", una "equivocación cuya única razón es buscar el voto de la Florida para el 2004".

También la BBC de Londres calificó el bloqueo como "anacrónico", mientras en Canadá algunos medios y el propio Gobierno han reiterado su preocupación por "el anticubanismo de Bush", a la vez que aseguraron a sus empresarios y ciudadanos que "nada de lo que ocurra con Bush y sus medidas, impedirá los negocios de nuestra gente con Cuba".

Así se explicó en la Mesa Redonda Informativa de anoche, donde se ejemplificó lo que está pasando en esta especie de campaña de terror impuesta por Estados Unidos para que sus ciudadanos no viajen a Cuba.

Se han incrementado las inspecciones. En el aeropuerto de Miami casi que desnudan a cada pasajero que pretenda viajar a la Isla. Les registran todo. Hacen un gran show, a la vez una gran humillación para con el ciudadano norteamericano.

La histeria es tal que a una señora cuando la registraron le encontraron 75 000 dólares y rápidamente la detuvieron. Resultó ser una empleada de una compañía de televisión estadounidense que tiene una corresponsalía en Cuba y traía dinero legalmente para pagar los gastos lógicos de sus representantes periodísticos.

Otro caso: una señora con 10 000 dólares, también registrada y detenida, y resultó ser una diplomática española que traía ese dinero para los llamados disidentes, es decir para pagar los salarios de los empleados de la contrarrevolución que Estados Unidos mantiene en Cuba.

Se refirió el rechazo que enfrenta esa política hostil, incluso entre legisladores republicanos como los 19 senadores de ese partido que votaron junto a los demócratas por la eliminación de las medidas restrictivas de los viajes.

Lo ocurrido ha sido un duro golpe para la administración Bush, y ahora habrá que esperar por lo que logre el llamado Comité de Conciliación, donde la maquinaria republicana se empleará a fondo para que no prospere la enmienda, o de lo contrario hasta que el presidente Bush la vete.

Randy Alonso, conductor del foro televisivo, se refirió a la próxima fecha del 4 de noviembre, cuando en la Asamblea General de la ONU se vote la resolución contra el bloqueo norteamericano a Cuba, proyecto que fue circulado este lunes y resume el rechazo internacional a esa injusta medida.

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CUBA: ¿FRUTA PROHIBIDA?

Magaly Zamora Morejon.
Servicio Especial de la AIN

Con sus insuperables bellezas naturales, el calor de su gente y atractivas posibilidades de negocio, Cuba es hoy una especie de fruta prohibida para el mundo, por obra del bloqueo económico, comercial y financiero que le ha impuesto Estados Unidos.

Las prohibiciones derivadas de esa política afectan, cual cáncer maligno, el bienestar material y espiritual de todos sus habitantes, a la par que devienen letal metástasis en las más diversas ramas de la economía, la salud, la cultura, la ciencia y el deporte.

Su carácter extraterritorial, institucionalizado con la Ley Torricelli desde 1992, pende como espada de Damocles sobre gobiernos, empresarios y hasta simples ciudadanos norteamericanos o de terceros países que traten de acercarse a la Isla.

En virtud de ello a los puertos cubanos les está negada la posibilidad de establecer líneas regulares de crucero con escalas semanales, a pesar del interés expresado por varias compañías dedicadas a esta sana actividad.

Las severas restricciones contra la navegación marítima desde y hacia Cuba impiden la entrada a puertos estadounidenses por un período de 180 días a los buques que hayan tocado los cubanos, independientemente de su nacionalidad o bandera.

Tal medida priva de un plumazo a los pasajeros de unos 80 buques cruceros que circunvalan semanalmente el archipiélago cubano de conocer importantes ciudades o destinos turísticos de la Isla, a la vez que tiene un impacto negativo en la industria nacional del ocio.

Estudios realizados por una universidad norteamericana indican que si cesaran las amenazas de ser sancionados por visitar a la Mayor de Las Antillas, el número de turistas que llegaría al país a bordo de cruceros podría superar el medio millón anualmente.

Los gastos de esos viajeros durante las escalas podrían reportar ingresos del orden de los 70 millones de dólares.

Sin embargo, esa cifra hoy es inexistente. El acervo cultural de la Isla, las peculiaridades de su arquitectura y sus playas no pueden estar en sintonía con otras del Caribe, América Central o América del Sur.

Pero los daños que ocasiona el bloqueo al turismo como principal fuente de ingresos de la economía nacional, no se limitan a obstruir el arribo de los viajes de placer, todo lo contrario.

El Informe de Cuba al Secretario General de la Asamblea de las Naciones Unidas en julio último ilustra cómo se declinan contratos con grupos hoteleros, compañías de reservaciones y transporte, entre otros, con pérdidas millonarias.

El flujo normal de vacacionistas norteamericanos a los polos de la Isla podría aportar más de 500 millones de dólares anualmente, si cesaran las regulaciones que ahora obstaculizan el ejercicio de un derecho constitucional.

Ir de excursión a Varadero o a las vírgenes playas de Jardines del Rey, degustar en el campo una fruta tropical o apreciar el baile de una mulata en Tropicana puede acarrearle a un norteamericano sentencias de hasta 10 años de privación de libertad y multas de 250 mil dólares, cual si hubiera pisado una tierra maldita.

Si alguien lo pone en duda, debiera conversar con Joan Slote, una jubilada de 74 años, a quien le fue impuesta una multa de 8 500 dólares por pasear en bicicleta por las carreteras cubanas durante una semana.

Como ella, aun bajo tales presiones, son muchos los ciudadanos, organizaciones e instituciones que se arriesgan a desestimar leyes carentes de fundamento legal, moral y ético.

Proceder así no es estar tentado por un disfrute prohibido, sino un acto de reclamo al derecho internacional y de solidaridad con un pueblo que hoy es paradigma para la humanidad. (AIN)

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